A todas las mujeres de mi vida
obsequié la sonrisa escondida,
ese instante que prohibido
no se puede mostrar frente a los demás;
ese orgasmo de caricias,
ese beso que nunca olvidarán,
ese instante que renacido
no se puede obsequiar a nadie más…
A todas las mujeres de mi vida
obsequié la lágrima infinita,
ese dolor que no merecido
no se puede mostrar a los demás;
ese injusto adiós de partida,
ese minuto distraído que no memorizarán
ni el amor, ni la abstinencia
que perpetúa un ojalá…
Y sin embargo la más excelsa
es una estrella que en el cielo está,
quizás con el recuerdo de mi amor
o de las veces en que fui un completo tonto;
quizás con el recuerdo de mi mal comportamiento
o el de las veces en que más quise devolverle el aliento.
Y es tan buena que a pesar de mí
supo encontrar la forma de hacerme tanto bien,
de enseñarme que el amor es más que un fin,
que el amor precisa de cuidados y de una cercana fe.
©®Messieral | messieral.com
Ciudad de Guatemala 7 de marzo de 2,018
Si este poema te ha emocionado, puedes completar el sentimiento
con la canción llamada Este Fin de Andrés Lewin.
¡Que bello! Abrazo.
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Muchas gracias, un abrazo grande.
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