En el malherido caso
de las obras perdidas,
de los rincones decolorados
y del arte cubierto de astromagia,
no era culpable el asombro,
ni era culpable la herida;
estábamos un poco perdidos
y la noche bastante sumergida,
nos invadía la superstición
y nos mordía la mano vencida;
ya no estábamos tan solos
pero era inminente la caída…
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Ciudad de Guatemala 28 de septiembre de 2,018