Se quitaba la ropa delante de mí
y en su inocencia el paraíso me hablaba,
se entregaba a la oración del fatal alhelí
y, sin que yo lo pidiera, me amaba.
Teníamos los años exactos
para que no nos importara casi nada;
teníamos los años intactos
para que amarnos jamás terminara.
Y una vez conocí en su cuerpo
el milagro más hermoso del mundo,
fue mi norte y mi regalo en pleno junio;
si en alguna ocasión yo me pierdo
entre los luengos relicarios de cada segundo;
espero encontrarla a ella y a su cuerpo desnudo,
porque solamente un hogar y solamente un lugar me tuvo.
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Ciudad de Guatemala 24 de enero de 2,019