Mis manos
ya no te sujetan,
mi ruina
es pecado mortal;
quería besarte los labios
y el cielo volver a encontrar.
Pero estabas atenta a la vida,
distraída en otro lugar,
como lienzo de carta suicida,
como agónica piel de ciudad.
Y ya no deseaste mi saliva
invadiendo la tuya al final,
ni yo quise sostener tu caída,
ni con mi cuerpo volverte a salvar;
así terminan las historias que un día
odiaremos no poder recordar.
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Ciudad de Guatemala 22 de noviembre de 2,018