Tú no tienes la culpa de tu rostro tan serio,
de tu poca sonrísa, de tu ángel de averno;
tú no tienes la culpa de tu falso secreto,
de tu infamia ciñendote el ceño…
Tú no tienes la culpa de tu llanto en silencio,
de tu excesiva prisa, de tu pudor indiscreto;
tú no tienes la culpa de tu iracundo momento,
de tu rabia escondida, de tu niño hecho un viejo.
Tú no tiens la culpa de tus malos momentos,
tú no tienes la culpa de esperar amor muerto.
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