Afinaba las cuerdas de mi guitarra con el tono anochecido de tu voz, escuchaba en cada nota esa mañana en la que todo resurgía a sovoz. Y te buscaba con cada letra sobre la mueca elegante del colchón; como quien busca a su estrella en una noche de bendición. Porque todo lo que de ti emanaba se parecía tanto a la salvación...
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