Toda la oscuridad,
que se perpetúa en mi centro,
es neblina de noche frugal
en la que no me satisface lo incierto.
Mi alma no emana bondad,
y el hartazgo del monstruo jamás me lo invento;
mi fuerza sólo alcanza hasta la sangre, nada más,
mi enredo no cruza sin fe los senderos…
Toda la libertad,
que se perpetúa en mis versos,
es esquina de pecado carnal
en la que siempre repito mi acto más experto.
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