Cuanta soledad en los días, las tardes y las noches marchitas que me toca vivir desde la ocasión en que escapé de ella; sintiendo que había algo más grande para mí en otra parte, en otra luna llena…
Cuanta falta de extraordinariedad, cuanta falta de ella y del sofá que soportó toda la intensidad de nuestra forma y de nuestras ganas de no dejar de amar.
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