Ya sé que no es lo mismo
un accidente sanguíneo
que un accidente de amor exquisito;
y que ambos me han sucedido,
que tuve que escapar, que todavía no encuentro mi sitio.
Mis hogares comúnmente son sonidos
y quizás algunos colores que ni yo mismo percibo,
mis hogares arrullan al monstruo que aún siendo niño
precisa las mareas de una calma sin destino.
Ya sé que no es lo mismo
que viví el amor y que aún lo necesito,
que todo lo que vino después no fue infinito,
que todo lo que me queda hoy no es algo mío.
Mis hogares comúnmente son gemidos
y quizás algunos sabores que ni yo mismo distingo,
mis hogares arrullan al monstruo que aún siendo niño
es el que habita todo cuanto escribo…
Nueva Guatemala de la Asunción 14 de noviembre de 2,020
MESSIERAL