En el punto de mira
de toda casualidad,
la comodidad;
y una luz abandonada
que derrama las lágrimas sin alma
que ahora nos pueden un poco más.
No se trata de ira, no se trata de un mal,
es la parte del alma que nos comienza a anular;
no se trata de pena, no se trata de estar
acorralado por sombras de nuestra misma eternidad.
En el punto de mira
de toda casualidad,
vulnerabilidad.
Die Stadt, 3 de enero de 2,020
MESSIERAL