Nadie creería nuestra historia,
ni la forma en la que nos salvábamos la vida;
nadie creería que la gloria
era encontrarnos cada día…
Nadie creería nuestra historia,
ni la forma en la que nos alegrábamos la vida;
nadie creería que la euforia
era enamorarnos cada día…
Y que en una simple llamada
encontrábamos siempre la salida
al dolor que provoca la vida;
a la tristeza absurda de su infamia.
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