Éramos tan jóvenes que nada dolía,
todo nos parecía inhóspito e irreal;
no nos escondíamos de la mediocridad,
el peligro simple era un mapa conceptual.
Éramos tan jóvenes que tan sólo sucedía
lo que nos importaba, dulcemente, en realidad;
nos nos afligíamos por la necesidad,
excepto si se trataba de besarnos un poco más.
Éramos tan jóvenes que nada dolía,
todo nos parecía explícito y sexual;
nos nos escondíamos de la casualidad,
el peligro intenso era un dulce descansar.
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