Aún floto pero no siento la locura, la depresión se apodera de mí y escucho maullidos exquisitos, de amantes expulsadas del gran paraíso de las posibilidades, esparciendo el drama sexual sobre las paredes de mi garganta; porque se cierra y se ciñe al maleficio primario de mi muerte anticipada.
Aún floto pero no siento la atadura del cordón carmesí sobre el paso de oxígeno que me mantiene con vida, en este parque de depresiones existenciales que construiste para mí.
Aún floto pero no siento la tortura, la depresión se hace parte de mí y escucho anfibios maleficios.
—M.