Si fuese ahora esa tarde y estuviéramos aún escondidos y preciosos, desnudos bajo las fauces voraces de la intimidad; de la inocencia perdida que nos condujo a lo innombrable; podría morir con una sonrisa en el rostro y en la mente, en paz y con una erección más consecuente que infame, porque infames solamente son las horas finales.
Si fuese ahora esa tarde y estuviéramos aún bendecidos y caprichosos, desnudos bajos las fauces mortales de la infelicidad; de la inocencia dormida que nos condujo a lo improbable; podría morir con una sonrisa en el rostro y en la suerte, en paz y con una erección más consecuente que inconstante, porque inconstantes solamente son las bocas poco principales…
—M.