A distancia aún leo el frío de tu cuerpo
reclamando la tibieza de mi tacto
y la elegancia con la que te desnudaba
de los besos hasta el alma.
A distancia aún temo por un reencuentro
que no sea exacto a lo que necesitamos,
y la arrogancia que lentamente separaba
nuestros comienzos del mañana.
A distancia aún leo el frío de tu cuerpo
reclamando la tibieza de mis manos
y la elegancia con la que te desnudaba
de los cielos hasta el alba…
—Messieral
MercyVille Crest, 24 de octubre de 2,024
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