Nuestro teatro,
la épica caída
y el renacimiento,
el resurgimiento de lo abstracto,
lo que nadie entendía,
lo que siempre fue un misterio.
Nuestro teatro,
sin daños en la herida
y el fracaso lento,
el advenimiento de lo intacto,
lo que nadie proveía,
lo que siempre hizo desvelo.
Nuestro teatro,
la luminaria poseída
y el presentimiento,
el resurgimiento de lo impávido,
lo que nadie creería,
lo que siempre ha sido amor eterno.
—Messieral
MercyVille Crest, 25 de octubre de 2,024
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