Niño, no obedezcas, no les hagas caso,
sus estúpidos miedos solo llevan al fracaso.
Sigue latiendo, sigue explorando,
vete de tu país, del universo mismo,
saborea cada labio.
Niño, si sigues ahí dentro, sigue cantando, no dejes de hacerlo;
escribir es similar a cantar,
como si nadar tuvieras que hacerlo sin brazos.
Aprovecha tu voz, tu magnífica voz.
Saber enamorar a las chicas con ella está bien,
pero al final de cuentas se convierte en algo mecánico.
Niño, no engrandezcas las temporadas de mierda,
dicen que enseñan,
pero te juro que estarías mejor sin ellas.
Niño, no obedezcas,
ve en la dirección contraria
cada vez que puedas…
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—Messieral
MercyVille Crest, 9 de noviembre de 2,024




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