El amor más grande del mundo también se acabó,
y la vida siguió, como siguen todas las cosas
que acaban hallando su sitio.
El amor más grande del mundo también se extinguió,
y la vida observó, sin drama ni ruido,
aquel instante en el que lo imposible sucedió.
El amor más grande del mundo también se apagó,
aunque pudo no haber sido así;
quizás era una lección, un recordatorio para resistir;
aun entre sombras y tropiezos,
elegir la vida antes que el fin.
El amor más grande del mundo también se desvaneció,
yo estuve allí, sin saberlo corregir.
Pero todo está bien, incluso cuando no lo está,
siempre queda tanto por lo que vale la pena no dejar de sentir.
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—Messieral
MercyVille Crest, 11 de noviembre de 2,024
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