Te dejo atrás sin rencor,
aunque si hace falta decirlo diré:
que el dolor por el tiempo perdido
no me lo quita ni Dios.
Sé que no es sencillo habitar tu piel,
sé que tu mente
no siempre lo sabe comprender.
Pero estoy tranquilo,
con la paz que necesito.
Hice todo lo que me correspondía
al ser tu único hijo,
di lo mejor de mí.
Quise que por una vez algo sirviera
de motivo para acercarnos
y acercar nuestros caminos.
Ahora es tarde, pero no lo lamento.
Es mejor que cada uno siga en su sitio,
es mejor no tener motivos
para acabar mucho más cercanos al abismo.
Sigo estando tranquilo,
con la paz que necesito.
Hice todo lo que me correspondía
al ser el único que dejó a un lado el orgullo
para sostenerte
en tan extenuante camino.
No esperaba tu agradecimiento,
tampoco tu cariño;
pero un mínimo decoro
no me hubiese ofendido.
—Messieral
MercyVille Crest, 9 de diciembre de 2,024




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