No tienes que preguntarme,
siempre quiero ir contigo,
siempre quiero reencontrarme
con tu imperio mortecino.
Y dejar de existir entre tus labios,
como un maldito duende que sufre
los estragos de un antiguo infinito
al que confió su más glorioso arte.
Muerde mi ardiente carne,
sentir ya no consigo;
grita con furia y destroza mis constantes;
yo prefiero ser crujido.
Y dejar de existir entre tus manos,
como un nocturno duende que sufre
los estragos de un antiguo destino
al que confió su más bello romance…
—Messieral
MercyVille Crest, 15 de diciembre de 2,024
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