Seguirás escribiendo en tu diario,
y mi nombre se derramará sobre sus hojas aún en blanco.
No es para tanto…
No tienes nada que temer,
envía un beso al viento y yo lo entenderé.
No esperes nada más.
No me siento capaz de renovar mi esperanza
más de lo que se ha renovado ya…
Seguirás humedeciendo tus dedos con la tinta
que dibuje mi recuerdo en el infinito de tu verso aún intacto.
No es para tanto…
No tienes nada que temer,
envía un beso al viento y yo lo entenderé.
No esperes algo más.
No me siento capaz de renovar mi esperanza
más de lo que se ha renovado ya…
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—Messieral
MercyVille Crest, 18 de febrero de 2,025
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