Este poema romántico de Messieral explora la posibilidad de futuras vidas afines y oportunidades para un amor tan claro como pocos.
No hay nada que temer,
abrir el corazón puede llegar a doler
y más vale que así sea, que querer
acomodar los sentimientos me haga arder.
Tu sonrisa siempre será el recuerdo más hermoso
que guarde, en mi alma, de aquellos años bellos,
tu mirada atenta, el cansancio con que me acompañabas
al volver del trabajo, tu hamaca y mis ruidos de ciudad.
Tu saludo por la mañana, nuestra complicidad,
nuestros secretos y aquel amor que nos hizo;
aquel susurro y mi nerviosismo, tu hechizo…
Te sigo escuchando en canciones que descubro,
sigo agradecido con la vida porque existes,
porque fuiste la parte que completó los sentimientos grises
que me habitaban, el color que me hizo libre.
Habrán mil historias de amor, pero no una como la que recuerdo,
como la que aún palpita dentro y me hace sonreír cuando pierdo
el miedo de pensar en la posibilidad de posteriores vidas afines,
en las que la suerte se escribe en nuestro favor y da la razón
a lo que llegamos a sentir y a lo que me pediste:
No llegar tarde la siguiente vez, conocernos a los quince…
—Messieral
MercyVille Crest, 19 de abril de 2,025
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