El poema «El Dulce Fuego» de Messieral invoca una escena fantástica en la que quizás no siempre merezca la pena ofender o tentar a lo desconocido, al poder oculto capaz de guiar a los débiles como piezas de ajedrez.
Arde el dulce fuego.
Un sepulcro se ha roto y desprende
los últimos atisbos de hielo.
Ha vuelto a la vida, vociferan con temor.
Osaron ofender al ser más poderoso,
y el castigo se aproxima con sangre en el rostro.
Morderá su carne, recobrará la calma.
No importa cuántas veces quieran rodearlo; él siempre se escapa.
Tiene el control de sus débiles mentes,
la maldición para quien se acerque sin comprender
que todo acto tiene la reacción que merece.
Arde el dulce fuego. Flamante es su sexo.
No invoques a quien tanto temes.
No te sientas tan valiente.
El principio y el final han sido elegidos por él.
Cuando creas tener el control… es cuando lo acabas de perder.
—Messieral
MercyVille Crest, 8 de junio de 2,025
¿Haz perdido el control cuando más creías tenerlo? Si este poema resonó contigo, me encantaría leer tus pensamientos sobre cómo la nostalgia y el deseo han transformado tus experiencias emocionales. Si deseas recibir en tu email las publicaciones más recientes y sumergirte en la Poesía de Messieral, suscríbete a nuestro Newsletter.




Deja un comentario