Se aproxima; es la fecha perfecta, el clima ideal,
es el día de mi muerte y, sin sobresaltos, está por llegar.
Siempre arrastra sus pasos, como por encima de las olas del mar;
lo veo y sonríe travieso, sabiendo que lo que fue también será.
Se aproxima sin traje, me agrada observar;
me contempla y sonrío perverso, sabiendo que también ha de pasar.
Siempre arrastra sus pasos, amaina un huracán;
lo veo y sonríe contento, hice lo suficiente una vez más.
Es el día de mi muerte y, sin sobresaltos, empieza a cantar
sobre una pieza de Albinoni, la canción que más quiero escuchar…
—Messieral
MercyVille Crest, 27 de octubre de 2,024
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