Amor mío, no te quedes
si prefieres lamentarte
por lo que, por instinto,
me nace del centro del abismo.
Llevo un vacío tan grande
que no podría llenar tu nombre,
con su sed, su hambre y su ruido.
Amor mío, no te quedes
si prefieres confrontarme
con lo que vi distinto
en la comisura de un conflicto.
Llevo un vacío tan grande
que no podría llenar tu nombre,
con su sed, su hambre y su espacio.
No me llores después de diciembre,
te habré olvidado en otras muertes;
no quieras quedarte para prometerme
que todo será distinto el año que viene…
—Messieral
MercyVille Crest, 17 de diciembre de 2,024
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