Cruje la madera,
te veo sonreír;
se parece demasiado
a eso que soñábamos despiertos.
Tienes los labios
tan cerca de los míos,
y una sonrisa de satisfacción
impide el beso por unos segundos.
Late un poco más fuerte el corazón;
te tomo la cintura
de la forma en que se toma lo que es propio,
sin querer ocultar ese instinto posesivo
de amante, poeta y loco.
Cruje la madera,
tu salto es mi sentir;
verte caer sobre el edredón
es como ver el brillo de la luna
acariciando las nubes tan cercanas
a morir.
Me casaría contigo aquí mismo,
aunque a todas haya dicho
que no creo en pactar por escrito
lo que es evidente en los latidos;
porque no hay arte en mí mismo
si no es el de actuar de modo tan impulsivo.
Ya no cruje la madera,
ya eres extensión de mí;
verte desnuda y en gran condición
me hace enamorarme más de ti.
Ya es hora de escribirte otra canción,
que reivindique nuestro amor y el final de toda guerra.
—Messieral
MercyVille Crest, 18 de diciembre de 2,024
Messieral 
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