A estas alturas de mi ruta, no existen razones para seguir escondiendo tu historia, para guardarla tan profunda en el rellano de mis silencios. Ya no basta fantasear con tu cuerpo, y todo lo que te conforma, en otras figuras abyectas y mecánicas que me abruman.
Diciembre cuatro, un veinte y cero siete, luego de llenar de tanta complicidad nuestra historia telefónica, luego de sonreír, de las voces más sinceras, que sin ti no podría vivir, dónde has estado una semana entera, no he sabido de ti, me has abandonado o es que dejé de gustarte, nos encontramos. Luego de tanta novedad, de volar sobre las llamas del infinito al escuchar tu voz de cerca, luego de mojar el sendero travieso de tu encanto al escucharme nombrarte: mi bevanda esotica.
Esa tarde me prometiste que no mordías a menos de que te lo permitiera, el negro riguroso en tu vestimenta y nuestro deseo de música estridente nos llevó hasta tu casa, en la caminata a medias se fue la cajetilla de Kampfen Holland, de Olifant, que mi amiga me obsequió previo a mi cumpleaños, entre risas y hablar de su cedro, de hablar de lo emocionante que sería hacer el amor a orillas de un lago, me escuchaste atenta al contarte la historia del Ijsselmeer.
Llegamos a tu casa, una casa modestamente costosa, me llevaste a tu habitación, me conozco así que no quise sentarme en tu cama tan deprisa, me quedé de pie frente a tu ordenador mientras te veía recostarte sobre tu delfín de peluche, con un cuaderno entre las manos me hiciste varias preguntas, parecía un interrogatorio muy interesante así que accedí. Luego de bobas preguntas y de sentirme un poco exhausto de tanto caminar por tu habitación, encestando la pelotita en el aro detrás de tu puerta, me senté con toda comodidad y confianza en tu escaso sofá, te vi caminar hacia mí, pero tu dirección cambió en el último instante, prometiste volver pronto, que no me impacientara. No pude cumplir y antes de que volvieras encendí otro luminoso, te esperé sentado en aquel sofá.
Volviste con aquella minifalda de látex que tanto extraño, la que no quisiste regalarme por su costo y valor, por tu promesa de no ponértela para nadie más, bevanda mentirosa. Estoy seguro de que muchas otras bocas se han abierto como la mía, por la sorpresa, frente a ella. Volviste presumiendo esas piernas perfectas y luengas, un corset adore me para ajustar y resaltar tu talla 36 double D, esa tarde aprendí de magosteens, mis favoritas de toda la vida…
Ese primer beso, nada tierno como el de las tontas historias de princesas, lo encendiste con metano y aerosoles incandescentes, mi fuego hizo la amalgama absoluta de sublimación contractual de higo y dedo citrón elevados al nirvana. Ese beso nos llevó al éxtasis en movimientos sórdidos y naturales. Fuiste la mejor y tus acrobacias necesarias acatando mis ordenes, labios seminales y calor de la hoguera, un truco nuevo para mi bevanda corruptible , otra pirueta y las cintas, los arneses y el amor a flor de indecencia…
Desdibujé toda tu ropa y aparqué mi sexo en tu interior, de tal manera que nunca lo olvidaras y fue nuestro secreto mientras guardábamos besos polizontes en las embarcaciones de nuestras historias. Fue tan breve el tiempo de ser tuyo, fue tan corto el tiempo de poseerte, unos meses antes del caos, pero suficiente para ganarle el tiempo a las quinientas veces de bagaje blanco y cromáticas caobas. Siempre de tarde la despedida, pero tan temprano el inicio al juego, madrugar y levantarse que hoy toca conocer todo lo que está prohibido en el cielo, dirigirme hacia tu casa y saber que me esperabas, con nuevas sorpresas o con total disposición para con lo que me viniera en gana, en fin, ya seguiré contando tu historia, por ahora está bien afirmar que nessuno lo fa come te, bevanda esotica…
Luis Eduardo (Messieral)
Ciudad de Guatemala 30/03/2016
Muchas gracias por tus ojos y por estar.
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