El abrazo más largo de toda mi vida
ocurrió hace nueve años atrás
y mientras me olvidaba de escapar
regalaba versos dulces, amor de más de un día;
lluvias al carbón y estrellas sin color
dispuestas a encontrar amor
en el de aquellos brazos necesarios
para reconstruir mis escenarios.
Y fue tal aquel sentimiento
que, aunque todo lo olvido, aún lo recuerdo;
fue tal aquella euforia, tal aquel momento,
que te juro que tampoco olvido esos primeros besos.
A su lado fui inmortal, siempre eterno,
me comporté como jamás y no me arrepiento;
todo azar y todo verbo conjugaba en sus cimientos,
todo amor y toda historia resumía sus comienzos;
no falto noche de luna un dieciocho de diciembre,
ni, hoy, un brindis a la salud de las mejores cosas que se pierden…
Y fue tal aquel amor
que, aunque todo lo olvido, aún le recuerdo;
duerme siempre suavecita en un secreto aposento
en el que abrazados duermen todos los elementos
que han hecho de mí todo esto que aún siento.
A su lado fui inmortal, siempre incierto;
fue tal aquella euforia, tal aquel momento
que te juro que tampoco olvidaré esos últimos besos…
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Ciudad de Guatemala 23 de abril de 2,017