Con un puñado
de hielos en la mano izquierda,
se reía como el duelo
de la más poblada tranquilidad;
su vida era un beso pequeño
aunado a los labios más bellos
cuando tarde la vida predice una señal
y el otoño sus hojas guarda para cenar.
Inocentes sus ojos de miedo,
consecuentes sus abecedarios,
hay un pueblo tenue señalando
el camino por el que ciñe su canto;
aunque no es suficiente la vida
y el cuerpo del delito es mentira
aún espera una nueva constancia
para acertar imposibles acrobacias.
Con un puñado
de inviernos en la mano izquierda,
sonreía como sonríe el amor
a la más deshabitada soledad;
su vida era un verso imperfecto
escrito en honor de los ojos perfectos
que observaban atentos sus pasos
y cada uno de sus incompletos misterios.
Culpables sus miedos cansados,
inocentes sus dulces veranos,
notas frías en un pentagrama
adornado con sangre apreciada;
cuentos finos de una sola palabra
y un ángel, en su camino, de boceto canalla…
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Ciudad de Guatemala 1 de enero de 2,017