Pero pasan las horas
y el texto que escribo,
se parece tanto a tu nombre
sobre un lienzo de olvido;
con un quizás que brilla
como una luciérnaga condenada a muerte
en el jardín en el que despierta nuestra tercera vida.
Y las palabras a tu piel,
y mis palabras a tu miel;
mi piel a tu silencio
y mi miel a tu consuelo;
no hay más allá
si regresamos al mismo lugar
para amarnos bien, para amarnos más…
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Ciudad de Guatemala 26 de marzo de 2,018