Sumisa ahora duerme desnuda
bajo el dominio de mi amor;
sumisa, ahora vaga despierta
en una dimensión sin color.
Sumisa ahora entiende la afrenta
que es desobedecer a quien la salvó;
mi mirada, oculta en el centro de sus piernas,
la inmensa promesa de su redención.
Sumisa, otra vez despierta,
ya no es la misma que apagó
nuestra libertad con su desobediencia;
sumisa, me entregó su corazón.
—Messieral
MercyVille Crest, 14 de noviembre de 2,024
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