Un rosal negro nace
donde tu risa toca mi tierra.
No lo imaginas, no lo ves,
pero las llamas envuelven su tallo
como si se tratara de magia.
Y, efectivamente, de eso se trata.
La fragancia de su sombra
embriaga mi razón,
como un hechizo de raíces ocultas.
Bebo del cáliz de un fruto que no es mío;
su veneno sabe a gloria,
al ardor hermoso de la tierra
del jardín que me ha visto agradecer
por esta bendita oscuridad.
Un rosal negro nace
donde tu risa toca mi tierra.
Acércate un poco más;
se está mejor a mi vera.
—Messieral
MercyVille Crest, 24 de noviembre de 2,024
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