El Arte de la Sumisión

Hilos de seda,
fuertes como el acero.

Si pudiera nombrarte sin reservas,
si no tuviera que medir cada uno de mis trazos
para no rozarte de formas incorrectas…
para no desperdiciar el instante de mi obra maestra.

Mi trono no será prisión
mientras sea yo quien forje sus cadenas.
No espero nada de ti.
Te veré adentrarte en la barrera invisible
que a nadie permito traspasar.
Te veré hundirte,
caer en lo profundo de mi oscuridad.

Será demasiado tarde;
tus alas de ángel
no podrán salvarte de esta caída libre.
En ese descenso, será mi elegante
virilidad la que te salve.

Será demasiado tarde;
el miedo habrá escapado de tu sangre,
y comprenderás que no hay libertad más dulce
que la sumisión: cuando te entregas,
cuando te abandonas,
cuando entre mis manos te convierto en arte.

—Messieral
MercyVille Crest, 24 de noviembre de 2,024


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