Estas ganas infinitas de romper el mundo,
de abrir la puerta sellada de la vida
por medio de la cual se puede regresar
al momento justo de la inmadura decisión
que nos llevó directamente al portal de la desilusión.
Estas ganas infinitas de volver a los dieciocho,
a los mil besos de la diosa del vermouth,
los motivos infinitos para querer frenar el tiempo,
ponerlo en reversa y jugar a escultor del destino,
de las consecuencias inevitables ser agricultor.
Estas ganas de aquella tarde tan bonita,
de pausar el tiempo en aquella sensación,
nada salió mal, salvo la imposibilidad de repetirlo,
pero el viento y la playa estuvieron de mi parte,
y aquel atardecer, y aquel amor sin equipaje,
con la ternura en los cordones de la marioneta.
Hoy me pregunté qué habrá sido de mi teatro,
donde le cantaba y le besaba una historia
que aplaudía suavecito y con toda su elegancia,
tal como esa vez que me aplaudió de pie junto a la cama,
por los seis orgasmos mejor dibujados de toda su vida,
de toda mi vida, de nuestra historia irrepetida…
Misma vez que ahora busco en el fondo del bar,
en la noche triste en que sonrío y le vuelvo a cantar…
El amor a veces es el humo imposible que grita,
a contracorriente, y que no sabe si marcharse o si regresar.
Luis Eduardo (Messieral)
Ciudad de Guatemala 24/04/2016