Algo Digno de Nunca Olvidar

En la magia de aquella habitación,
vi duendes sobijeando hadas,
a ellas les encantaba, los acariciaban,
vi orquídeas levantándose la falda,
la parte erótica de cada mantra
y un desván ideal para echarse a pensar,
a esperar a la chica más guapa aprontarse
a subir su cuerpo sobre el mío o llorar.

El caso es que se sacó la blusa con prudencia,
ante mis manos tibias suplicó piedad,
bebí cada promesa de su grandiosidad,
porque nunca haré esperar a una preciosidad,
porque no es de caballeros no estar a la altura
del deseo de una Diosa renacida en piel escultural.

Se abrazó a mi cuerpo como queriendo salvar su vida,
me llenó de besos, como nadie, nunca, antes o después,
me guiñó al oído y susurró a mi voz su leve crueldad,
si acaso te despiertas y ves que me he marchado, no te enfades,
guiñé a su sexo y susurré a su hermoso, clarividente, cuello,
si acaso pasas la noche en vela, preguntándote cómo es que no duermo,
no te preocupes, que no pienso desperdiciar cada minuto de esta noche
hasta que te haya convencido al menos a unas glorias más…

El caso es que aunque enamorarse, en esos casos, no está bien
salimos de palacio con un algo digno de nunca olvidar,
el chiste de las flores lo olvidé, signo zodiacal, talla de busto,
pantone de piel, apetito vaginal, todo eso cómo lo iba a olvidar,
lo he sustituido por honores a la patria, por la misma nacionalidad.

Luis Eduardo (Messieral)
Ciudad de Guatemala 27/05/2016

Corazón Sangrante

Estaban dentro del auto, blanco nada inocente. Se llevaban las sonrisas y los besos a la boca. Hoy son otros, le canjearon a la muerte su distancia. Se querían tanto y se encantaban, se besaron como nadie nunca los besó. Tenían planes para ir de gira a cada bar de su ciudad y acabar con el vodka en compromiso de otros planes despertar. Se veía tan hermosa y él tan seguro en su perplejidad, caminaron de la mano por el centro comercial, algo nuevo para ambos, algo de verdad.

Ella se veía en el espejo del retrovisor, él le abrazaba la cintura y le decía: Hoy estás mucho mejor, ella siempre sonreía, hasta cuando se ponía seria, con ese Eris que aparecía iluminado entre su boca, juntos eran como estrellas binarias y sus cuerpos un mar intenso de nervios al roce. Se decían la verdad muy suavemente, él pensaba que estaba cerca del mar cuando la escuchaba hablar y ella escuchaba quietecita cuando a él le daba por cantar.

Se amaron sin decirlo y se besaron sintiendo el fastidio de los segundos escapándose, se besaron tanto y se besaron tan bien, que hoy no hay beso que iguale aquellos, que eran de una clase y elegancia exclusiva de amores posibles infragantis.

Se llenaban los bolsillos con poemas, él se recostaba en sus bellas piernas, le mordía la falda para ponerla nerviosa y ella, mientras leía un nuevo libro abría levemente sus piernas, él perdía toda seguridad, como nunca antes ni después, recostado en esos muslos tonificados de Colorado Columbine.

A ella le gustaban las mujeres, pero no pudo con él, por él hizo una excepción, constancia firme y fiel de ser el primero y el mejor. Fue tanto el descalabro de la historia, que no se pudo adoquinar un camino para ambos y así acabó.

Hoy la piensa en la distancia, tiene miedo de que algo malo le ocurra, sabe que en instantes se le olvidará, pero en este instante la tiene tan presente. Le jura en el viento que está seguro de que nunca encontrará nada más bello, ni una rudbeckia bicolor, ni un lirio de los valles, ni las orquídeas, ni todas las flores de cerezo del mundo podrán nunca compararse con su intensa imagen de corazón sangrante. Y así acabó…

Luis Eduardo (Messieral)
Ciudad de Guatemala 22/03/2016

Muchas gracias por sus ojos y por estar.
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