Cuando las auroras cansadas
refugien al rebaño de estrellas
que se han desprendido del cielo,
llorará París el macabro desenlace de su sueño
y veremos a la una de la tarde una caravana
de nubes puntiagudas rasgando nuestras caras.
Porque el planeta tierra es vicio de obstinados,
la vida un renglón que se puede omitir
y sin una solución que se acerque ligera a mi mano
sigo obligado a ser tan sólo espectador de tanto sufrir.
Y yo no quiero decir que sí, tampoco decir que no,
ni que mis lágrimas pasen desapercibidas;
y yo no quiero decir que sí, tampoco decir adiós,
ni que la indiferencia me acostumbre a sus caricias.
Cuando las auroras cansadas
refugien el rebaño de estrellas
que se han desprendido del verso
llorará París el macabro desenlace de su ruego
y veremos a la una de la tarde una antesala
de nubes puntiagudas rasgando nuestras alas.
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Ciudad de Guatemala 18 de marzo de 2,017