De pronto, los años se anclaron a sus parajes
y en trémulas rutinas le incorporó la esperanza
que ahora sí lucía duradera, que ahora sí comenzaba.
Y vio con gusto la vida reiniciarse como su mente
sin importar que se debiera a ese abismo de nada
que ahora se le extendía con cordialidad y sin culpa.
De pronto, los años se anclaron en sus amantes,
él había perdido la edad mientras recuperaba las llamas
que en su juventud su interior arremolinaron con cada hazaña.
Despertó, nada que recordar;
despertó, siempre queda un más allá…
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