Nadie, sino ella, ha conseguido comprender mis pocas ganas de hacer de lo habitual una rutina en la que tener que estar; en la que quedarme a ser infeliz como uno más…
Nadie, sino ella, ha conseguido cometer junto a mí los pecados que disfruto cometer, sin temer lo que vendrá, sin querer permanecer siempre en un mismo lugar.
Nadie, sino ella, ha conseguido defender todo aquello que yo alcanzo a imaginar…
Nueva Guatemala de la Asunción 4 de noviembre de 2,020
MESSIERAL
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