Todo tenía una razón de ser
y la mía siempre se trató de cuidarte,
el alma me quedó gigante
comparada con lo que merecías y sé que aún mereces.
Pero estuve cerca del final
tomando tu mano
para que supieras
lo mucho que siempre te amo.
Todo tenía una razón de ver
y la mía siempre se trató de contemplarte,
el alma me quedó inhabitable
el día que te perdí de esa forma tan inevitable.
Y ahora que estoy cerca del principio o del fin,
sé que aún rozas mi mano
para que sepa que nada de lo vivido ha sido en vano,
que sigues a mi vera como siguen en mis letras tus horarios…
Nueva Guatemala de la Asunción 5 de diciembre de 2,020
MESSIERAL