Por fortuna, aún me quieres como te quiero; lo prohibido, complicado, predestinado y equivocado podría ser aún más cierto que lo que uno cree más adecuado.
No soy experto en olvidarme de tus caderas moviéndose frente a mí, durante el baile y vaivén con el que te entregaste a mí, todas y cada una de las veces.
Has regresado a mí en un sueño, con tu piel morena y tus ojos de cielo, con tu curiosidad por aquellos objetos que desconocías y que te parecían sacados de un cuento.