Por las infinitas calles
del peligro y la ovación,
en la misma ciudad que desfilé,
que interpreté de corazón;
fui más poema que poeta
y literato que estafeta,
por las calles aprendí a recitar.
Fui del viento y no de la personas,
de mis pasos y no de las antorchas;
fui del vino y no de la amistad,
de historias ocultas y no de familia,
sin miedo ni remordiendo ante la soledad…
De caricias pasajeras
y contratos sin firmar,
de compromisos no cumplidos,
de los labios menos reconocidos;
otro verso y algún estribillo,
siete años preguntando cuándo acabarán;
porque si una vez yo tuve la razón
seguramente estuve equivocado
y ahora mismo no me asusta la reciprocidad.
Por las infinitas calles
invisible a las conciencias,
dueño eterno del peligro,
de los menesteres de la ciencia;
amo de otro frío sortilegio,
imprevisto de una antigua guerra,
ignorando mis caprichos de marea.
Escribir me salva
de ti y de los tuyos,
escribir me mata
con un cuerpo claroscuro;
yo no existo todavía
pero se aproxima mi poesía…
Algunas veces la soledad es un punto responsable de la más honesta inspiración. A veces cuando escribo regreso a los sitios y a las circunstancias en las que fui muy feliz; es muy extraño que piense en los momentos que me han causado dolor; pero sí que añoro esos momentos en los que pensé que mi vida estaba resuelta y que había por fin llegado el día de mi suerte.
A veces nos sentimos intocables e invencibles cuando en un punto de máxima felicidad nos acostumbramos a que todo vaya bien; no es que esté mal, lo que pasa es que cuando las cosas se empiezan a torcer y a resultar de maneras inesperadas para nosotros, el desequilibrio intenta hacernos caer.
Estar tristes o deprimidos es algo muy serio, nunca lo he visto como un juego y sin embargo sabemos tan poco a respecto de cómo ayudar a personas en esas situaciones que se nos olvida que en los pequeños detalles habitan enormes respuestas y soluciones.
A veces nuestra compañía o un pequeño acto amistoso o cariñoso puede cambiar la actualidad de una persona, al menos por un rato; y hacer que las personas olviden sus problemas, por un período de tiempo, es también algo que se va consiguiendo cuando uno expone en diversas plataformas el arte que crea.
Ver comentarios de personas que se emocionan y conmueven con lo que escribo, que recuerdan antiguas situaciones de sus vidas, entre tantas otras cosas; a mí me llena de satisfacción, porque al final de cuentas la mejor manera de no volverse loco en este mundo tan extraño es compartiendo lo mejor de nosotros con los demás.
Por eso es que en soledad, mientras recaudo todas esas memorias e incluso anhelos de mi vida personal, he logrado alcanzar dosis bastante hermosas de inspiración que luego han llegado a tocar el alma de otros seres, que por un instante han olvidado sus problemas de ese día. Y creo que no hay cosa más bella en el mundo que tocar el alma de otros seres humanos con lo que producimos y tiene impregnada parte esencial de nuestra propia alma.
Sin más que agregar por este día, tan sólo agradecerles nuevamente por tanto, me despido y será mañana cuando nos volvamos a encontrar en esta sección. Hasta entonces…
Tan lento y tan solo caminando
por las calles de un país desconocido,
con el frío adherido a mi piel,
todo se parece a casa pero al revés.
Porque aquí no está el abrazo necesario,
ni las Ladys de la Calle Subsistir,
aquí no se habla con el mismo humor mi abecedario
y las avenidas jamás se van a desvestir.
Es como estar sin querer besar,
como estar sin querer regresar…
Porque aquí no está mi cielo amedrentado,
ni los grises, ni los seres de la tarde al presumir;
no hay amigos y si los hay son capaces del grito armado;
no hay conquistas, ni aventuras, ni ganas de resurgir,
es todo tan frío y endemoniado, tan furtivo, tan anestesiado
y yo sólo soy testigo transparente de sus ganas de morir…
Porque aquí nadie parece tener ganas de reír,
ni se abrazan para acompañarse en las horas de sufrir;
es como estar sin querer ser vida,
como estar sin atreverse a la huida
y yo sólo me limito a no consentir la herida…
Tan lento y tan solo caminando
por las calles de un país descontrolado,
tan lento y tan solo el verso de hermano
taciturno y muerto en vida cual espanto.
Tengo una historia hermosa
por cada una de las veces
que te hice el amor,
ya te conté de crepúsculos,
de las espinas más bellas,
nostalgias de aguardiente
y deseos de princesas.
Pero esa última vez,
me ha dejado despierto
esperando a que vuelvas,
no ocurre y se quiebra mi fe,
el frío se hace parte de mis piernas,
avanza seguro de hundir en mi centro
sus agujas punzantes de gélido invierno.
Y avanza por toda mi piel,
te extraño y sabe a morirse
saber que no vas a volver.
Hombre de hielo que se pierde
en la lejanía del tiempo, de tu octubre,
con los cordones del corazón desatados,
esperándote, llorándote en copos de nieve
que van hacia el suelo evitando el ayer.
Hombre de hielo con tanto dolor
en la superficie herida de cada hueso,
contorno de sangre ya seca,
purpúreas condenas que saben a estar
a las afueras de tu ciudad sin poderte tocar…
Y avanza por toda mi piel,
te extraño y sabe a morirse
saber que no vas a volver…
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Sin plan y sin cura
se forja la compostura,
es como renacer en un veintinueve
de febrero, a las diez, en el mismo lugar de siempre.
Así el silencio y la voz,
así quedarte o decirles que no;
porque amainar tormentas
no es suficiente para las ideas,
ni necesario apagar cada vela,
cada mes, en honor a la misma estrella.
Trayecto de seres para no enloquecer,
trayecto de enceres para comprender
que estamos solos pero, en verdad,
un diciembre vendrá alguien a reconstruir,
a traer claridad, paz y sinceridad
a esa forma tan tuya de no quererlo admitir.
Sin plan y sin cura
se delira mejor,
ya no espera la duda
mesa para dos;
porque así se forja el camino,
el encierro y, también, la liberación,
somos todos cometas errantes
pero al vernos a los ojos sabemos que algo ha cambiado
y ya no somos los mismos de antes.
Trayecto de besos que adornan la piel,
amor y osadía capaces de hacer,
de un día sombrío, un día de bien…
Las horas aumentan su peso
un poco más en soledad,
los recuerdos confabulan descontentos
un deseo para volver a comenzar
y la ciudad se burla con ojos de acero,
no calla el grito de su andar
ni en respeto al duelo que ahora toca soportar.
Y en soledad un catorce de febrero,
el segundo en la lista desde hace tanto tiempo;
y en soledad un día duro como el cuerpo
de cada uno de los vidrios que ahora nos rasgan los cielos.
Habrá sido esa morena de alma inquieta,
o la rubia que tanto pronunció sus glorias;
era aquella joven modelo de televisión
o la pequeña astronauta de buen corazón;
cuál de ellas no debí dejar marchar,
cuál de ellas, aquí, debiera estar.
Las canciones aumentan su ruido
mucho más en calamidad,
los sueños se amotinan cabizbajos
al centro de mi cama solitaria
y las sábanas se acurrucan al centro,
de mi pecho, por si logran abrigarme el corazón.
Y en soledad otro catorce de febrero,
otro dos, otro veintiocho, todo un mes
y otro mes, y otro, cada vez…
Habrá sido ese amor de la secundaria
o la idealización con la que una vez cené;
era la despistada y ardiente chica de crepé
o la artista con piel de hermosas obsidianas;
cuál de ellas no debí soltar,
cuál de ellas aún me extrañará…
Tantos nombres aumentan su distancia
mucho más en soledad,
tantos besos se desmaquillan de historias,
mucho más, al no poder despertar.
En la simple necesidad de un beso
una boca, en soledad, deletrea el deseo
de la compañía que súbitamente escasea,
así como la calma y el abrazo de epopeya;
soledad es el verso que se redacta
cuando tantas palabras, que no escapan,
se acumulan dentro como se acumula la sangre
dispuesta a desparramarse sobre los nudillos del desgaste.
En la simple necesidad de un beso,
de uno de sus besos, es tristeza el dilema de la tarde
porque duele la soledad pero más duele el frío
que va dañando, poco a poco, la herida que graba en carne
esa intranquila y transfigurada manera de extrañarle.
Te vi en televisión,
suerte de vestido y de algodón;
lucías tan contenta
después de la tormenta,
de los besos que olvidados
corrieron agonizando
a los brazos de la cansada
costumbre, tuya, de dudar.
Y entre los adornos que en tu vida
decidiste colocar, vi una lágrima perdida
que no sé si era de verdad;
pero infamia, en el camino,
que elegiste como al vino
que esa noche probarías
junto a quien te quiso desposar.
Apagué toda señal posible,
te juro que no quise saber más,
me ganaba lo invencible
y la herida que siempre es mortal;
hay amores que no mueren
cuando llega su final,
hay amores que te persiguen
hasta ese día en el que no se pueden soportar.
Llorando con el alma intranquila,
recordaba todas aquellas vidas
que a mi lado, tú, juraste querer vivir
y ahora muerdes mi desesperada flor de abril;
creo que jamás llegaré a comprender tu actuar,
tampoco llegaré a comprenderme al extrañar…
Me contaron que al verte atrapada decidiste no escapar,
pero que aún preguntas por mí y me buscas con la mirada en la ciudad;
hay amores que no mueren cuando llega su final,
hay dolores persistentes que uno, siempre, muerde al despertar…