Medito con el alma tranquila y el pulso apacible siendo extraño en mí, siento el frío y entro al salir; a más calma es mejor, nutre más la animadversión.
Medito con el alma tranquila y el pulso apacible siendo extraño en mí, siento el frío y entro al salir; a más calma es mejor, nutre más la animadversión.
No me canso de jugar al mundo que por casualidad construí, ni de cristalizar un sueño recurrente; no me canso de andar y sentir que podría no ser diferente; que podría acordarme de ti.
Hay amores que necesitan perderse, arder en el infierno de la más pura ausencia para enredarse, para entenderse y también sanarse del miedo que puede llegar a producir saber que es para siempre.