Hackers, amigos, poetas
de la informalidad de las piedras;
Nueva York se nos congela,
seguimos tan fieles a la misma hiedra
y nunca se me agotaron las letras…
Duendes del agrio cristal,
vengadores de la causa,
sueños de día, hambre de noche,
venganza justa siempre a las once.
Hackers, amigos, cometas
de la calle sin nombre, de la avenida Bruselas;
el campanario secreto es nuestra nueva historieta.
El corazón se congela,
yo ya no espero por ella,
ya me olvidé de mis pasos por la Nueva Ámsterdam
y de mis caídas por el cementerio de Woodlawn;
ella todavía me espera,
dedica sus cartas viajeras
a mi corazón y a mis penas.
Mientras yo desdibujo mi historia
al contar una nueva a todas las almas
que preguntan por mis antiguas glorias;
y todas se van creyendo mi nueva versión
aunque a gritos se comprima el corazón
que innegable aún respira el verbo hecho canción.
Hackers, amigos, poetas
si ella pregunta por mí
afirmen que Breede Wegh
jamás será lo mismo sin sus piernas,
que el amor no volverá a hacerse
si acaso no volviera a verle…
Si alguna vez se derrama
la lágrima de Strawberry Fields
y se nos juntan los labios
en la estación fantasma;
si nos volvemos a ver,
si me devolviera el ser
puede que en la Nueva Agulenga
algonquinos e iroqueses resurgan de la misma tierra;
de las tumbas de su hermosa Nerea
y puede que la ficción traiga por fin la primavera.
Cuando se inunde el palacio,
no correr para huir,
ni incendiar para ir
del hemiciclo de nuestro ferecracio
al más antojable escenario…
Hackers, amigos, poetas
de la informalidad de las piedras;
Irán se nos congela,
seguimos tan fieles a la misma pleura
y nunca se me agotaron las letras…
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Ciudad de Guatemala 15 de marzo de 2,017