Nunca tuve miedo de tus buenos tratos,
de tu desnudez o de tu entrega;
nunca me sentí anónimo entre tus brazos,
debajo de tu piel o de tus letras.
Llegué a enamorarme, es verdad,
enamorarte fue sencillo en el final
porque llegaste a comprender que en realidad
no buscaba una simple excusa por la que escapar.
Si me fui, fue con más ganas de tu sexo,
de tu amor que febril hacía temblar tu cuerpo
cuando mis canciones escuchabas en tu centro,
casi sin querer pero siendo lo que es más secreto.
Nunca tuve miedo de tus dulces tratos,
de tu timidez o de tu guerra;
nunca me sentí anónimo entre tus pechos,
debajo de tu piel o de tus huellas…
—M.