Inmarcesible es la tierra de tu canto,
que cogí con mi mano de la caverna
en la que todas las cosas que me olvido
se despiden de mí como sus sombras.
Todas las cosas bellas son parte de tus ojos
y las eternas siempre resultan a ti cercanas,
menos la vida que se termina en el ocaso
en que mi corazón se ausenta sin esperanza.
Y no hay mucho más por perseguir de todo esto,
recolectaré tus lágrimas y besos encinta
para construir el paraíso que nos prometieron;
para cultivar el fruto de tu anarquía…
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Ciudad de Guatemala 16 de julio de 2,018