SY LIEF (PARTE II)

Por fin, se detuvieron frente a la puerta maltrecha de una casa que no lucía tan mal, pero tampoco lucía tan guapa. El joven Y extrajo una llave del bolsillo izquierdo de su pantalón, entraron en un espacio que, sin lugar a dudas, sorprendió a la señorita S. Él la guió a una habitación, al ver la cama las fuerzas abandonaron su cuerpo, se recostó y él la observaba desde el umbral de la puerta.

El joven Y se acercó lentamente a la cama, se sentó al borde y arrastró dulcemente a sus brazos a la señorita S. Impregnó un beso reverberante en su mejilla izquierda, le susurró los versos más hermosos que han existido en el universo, tintados con voz de colibríes luminosos, todos dedicados a ella, a su luz y a sus intensos ojos avellanados. Ella temblaba de miedo, aquel sortilegio le hizo sentir cautiva, tuvo una visión espantosa, vio una rosa celeste atravesando su pecho, cada espina de su tallo abría su corazón y le desangraba, su sangre se evaporaba antes de tocar el suelo, lentamente, pudo observar su propio cuerpo tendido en el suelo sin movimiento, ni sangre en su interior.

No hizo caso a su visión, se abrazó lentamente al cuello del joven Y, quien la aceptó entre sus brazos con toda comodidad. Observaba la comisura de sus labios, un halo de enigma los envolvía, se sentía intimidada por su tacto y por sus ojos, sus ojos de pupilas sumamente oscuras con orillas escarlata. Se sentía tan vulnerable pegada a su pecho, pero no podía evitarlo, necesitaba acercarlo más a su cuerpo para saber si de esa manera podría sentirse un poco segura, un poco más tranquila.

La señorita S no consiguió sentirse más segura, se sintió mucho más intimidada, mucho más vulnerable, sintió que su alma se congelaba gradualmente, que sus extremidades se debilitaban cada vez más, sintió un calor extremo recorriendo su espalda por todo su centro, al mismo tiempo que el joven Y se había deshecho de su vestido, arrancándoselo con mesura, y se había colocado a su espalda, la lengua del joven Y recorrió, de sur a norte, la espalda de la señorita S que no pudo reaccionar de otra manera más que con la rendición total de su espíritu.

Sintió tantas cosas esa noche, que en la mañana repasándolas en su mente no lograba describirlas, el joven Y había poseído su centro, cada extremidad de las neuronas inquietas de su voluntad, su espíritu, su cordura y logró embriagarla de manera tan contundente que aún podía sentir el mareo entre sus huesos. Tenía marcas rojizas en las muñecas y en el tórax, se sentía tan débil que pestañear era todo un reto, volátil sobre la cama sentía sumergirse en un paraíso incendiado de nebulosas explosivas, comprendió luego de aquella noche los misterios del cosmos y del origen de todo cuanto existe, sin duda algo similar transcurrió entre dos amantes similares al joven Y cuando todo surgió, pensaba.

Le dolía cada arteria de su cuerpo, lo que fuera que el joven Y hubiese hecho con su cuerpo no era humano, sentía hielo y fuego en distintas regiones de su piel, sus uñas estaban desgastadas y sus labios abatidos dulcemente, no sabía explicarse a sí misma por qué razón deseaba tener cerca de nuevo al joven Y, no podía moverse pero le angustiaba tanto no tenerlo a su lado, que se sintió sola y sola volvió a quedarse dormida, en ese instante alguien que sanaba sus heridas le observaba nuevamente desde el umbral de la puerta…

Luis Eduardo (Messieral)
Ciudad de Guatemala 18/03/2016

Gracias por sus ojos y por pasar a leer.
Próximamente la Tercera Parte de Sy Lief.
Mientras tanto para más historias visita mi sección Historias en Ascuas.