Me pasaré la vida entera preguntándome si vivir la vida como la he vivido ha valido la pena, si cada causa justa era tan justa como imaginaba o si cada estrella, que observé desde mi minúscula existencia, en realidad era tan hermosa como mi oscuridad juraba.
Y no sabré jamás decir que ha valido la pena, pero tampoco sabré decir que no, porque al final del día la vida continuará en la urgencia de mi conciencia, creyendo que he descubierto más de lo que he descubierto y que he escrito más de lo que en realidad he escrito. Y te juro que será muy doloroso para mi alma descubrir que todo se ha tratado nada más que de un suspiro, de un paso breve por los ojos de quienes descubrieron mis palabras organizadas, de forma tal, que supieron asaltar la Troya de sus cuerpos para hacerles arder por dentro.
Pero el fuego no habrá sido solamente ardor, también un poco de luz que quizás al finalizar se encargó de crear el silencio de la nueva oscuridad.
Y me recordarán los años de quienes acariciaron mis tormentosos poemas y les cuidaron, como quien cuida a un amigo venido a menos, que no ha tenido la suerte de los vencedores pero que tampoco se ha rendido a la tristeza de los vencidos.
Y esa caricia inmortalizará de tal manera mi historia, pues así se sabrá la verdad, que entre líneas he dejado escrita para quien quiera conocerla…
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Ciudad de Guatemala 20 de junio de 2,018
«Me recordarán los años de quienes acariciaron mis tormentosos poemas y les cuidaron, como quien cuida a un amigo venido a menos…»