Del llanto de la membrana más fina de la pena
se aprende, con la necesidad de amor, a cantar
y en esdrújulos besos no he aprendido a olvidarte,
ni a cumplir la condena que trae atreverse a besarte.
Yo era tan feliz cuando por la calles tu aroma
impregnaba toda avenida con su donaire,
yo era tan triste cuando por los mares tus olas
arrancaban tu sabor, con violencia, de los aires.
Lo demás es tempestad envuelta en piel de seda,
un deseo noctambulo de agrietados labios rotos;
una melodía en honor al desastre y a su colmena,
en la que habita una abeja reina de tenues ojos
que se parece mucho a ti cuando su grito nos enerva,
como enervan las mansiones sepulcrales a los muertos.
Yo era tan feliz cuando por las partes de mi coima
esparcías maldiciones silentes que aún le duelen,
yo era tan triste cuando entre las manos la cocaína
te prometía presentarte el secreto de un contenido ángel…
Lo demás es tempestad envuelta en piel de seda,
un deseo noctambulo de agrietados labios rotos
que se parece mucho a ti cuando su grito nos everva…
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Ciudad de Guatemala 9 de septiembre de 2,017