Teatro Desnudo

Tengo un teatro desnudo
y sus manos abiertas,
dulces historias de un muerto
que ha escondido las puertas;
es como un talismán su mirada
y la noche parece no estar preparada,
será el ocaso o las crueles palabras,
la oscuridad o sus mangas desgastadas.

Y allí deambulan tantos personajes,
tantas historias que no me parecen importantes,
llorar a veces no es solución, ni reír su asonante;
llama pronto a todas y cada una de mis amantes
y diles que tenían razón, jamás estuve en otra parte…

Tengo un teatro desnudo
y sus manos inquietas,
agrias historias de un vivo
que perdió sus maletas;
es como un sacrilegio su esperanza
y la mañana parece estar muy alterada,
será el amanecer o las bellas palabras,
la tenue luz o su tristeza que no acaba.

Y allí se detienen tantos personajes,
tantos momentos sumamente importantes,
gritar jamás ha sido revolución, ni un segundo distante;
llama pronto a todas y cada una de mis amantes
y diles que tenían razón, siempre estuve en otra parte…

©®Messieral | messieral.com
Ciudad de Guatemala 18 de abril de 2,017

Pecado Exhibicionista

Parecía de oro, resguardada por esa seda,
tan brillante y exclusiva de manos ascetas,
tan hermosa niña, sin igual, tan perfecta,
con alma virgen de ochocientos soles esmeralda.

Pero en cada teatro abre el telón para dejar ver el resto,
porque siempre hay mucho más de lo que ves de lejos
y aquel oro era una roca mal pintada, sin alma,
grisácea escama sin brillo y del dominio popular de los idiotas,
ni su alma, ni su cuerpo traían pureza, era pecado exhibicionista
que mostraba todo camino y toda inmundicia a cualquiera.

Pude escapar sin rasguños de su sitio, me quedó la frustración,
porque le creía incluso cuando me mentía sosteniendo mi cara
con esas manos que también me mentían por escrito, y odio que la palabra
sea utilizada como un arma idiota para herir los sentimientos de quien ama.

Parecía de jade y era verde muerte,
parecía de seda y era sábana de hostal
habitado por los idiotas mentirosos que le fascinaban,
yo no volveré a los labios de ocasión en busca de consuelo,
yo no volveré a tocarle las manos o el cuerpo, ni a sentir su aliento,
porque hay una línea que indivisible marca un antes y un después
en la experiencia de haber sido abatido por el más inflamable desinterés.

©MESSIERAL | messieral.com
Ciudad de Guatemala 06/18/2016


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Selvática

Ella escuchaba las flores al respirarlas,
traía en su piel los primeros pechos que besé,
me enseñó a diferenciar una rosa de una espina
y con cada beso analizaba el promedio de mis ganas,
ya no creía en la libertad, quería ser presa del aire,
de los mares y las furias torrenciales de caricias
que me enseñó a entregarle las noches de los martes.

Selvática y rebosante en clorofila de armas,
me parecía desnuda al centro de las calles,
sin miedo y guerrillera en pos de una voluntad
que involucrara a los sin voz, a los sin calma.

Aromática y estrujante en mieles de reserva
porque si escaseaba en el mundo el sentido común
ella traería consigo un poquito de vino
para hacer caso omiso a tan jodido lío
y al terminar el último sorbo alzar la voz,
reclamar a toda voz, actuar en un teatro
que con sus propias manos labró.

Escuchaba la voz de las flores
y algo en su alma se hería
si arrancabas flores para su mesa,
susurraba a las más bellas rosas
que adornaban los centros de mesa
de un restaurante de la ciudad,
antes de marchitarse en un florero,
lo cual a ella le parecía horrendo.

MESSIERAL
Ciudad de Guatemala 02/06/2016

Amantes en Séptimo Día

Un beso detuvo aquel baile,
el vaivén de lo inevitable, entrando a escena,
es casi como un momento secreto que no se le cuenta a nadie.

Y el frío frotó su belleza entre los labios
de una bailarina y un karateca reencontrados,
el dojo y el teatro, encantado, tomados de la mano,
bésame si acaso tienes miedo, bésame en silencio,
siente esta adrenalina desdibujando antepasados tan complejos.

Que la fuerza y la decencia encajan justamente
en una misma cama si acaso hay verdad constante,
es una visita de lo celestial a la alcoba silente,
en ese preciso instante en el que amantes
juegan al séptimo día de Dios, luego de ver que su creación
era perfecta y terriblemente libre, lo mismo ellos
después de hacer el amor, después de alterar el amor.

Un baile tan cercano, un baile solitario acompañando
y las notas del poder de dos almas enamoradas,
toda solución al mundo herido y sus dados mal lanzados.

Bésame si acaso tienes besos, bésame si tu baile es cierto,
que una kata la reemplacen tus almohadas sosteniendo el cuento
de un príncipe con princesa, arropados por un momento,
que intentan eternizar o morir en el mismo intento.

Bésame si acaso tienes aliento, bésame y no detengas al viento,
siente entre tu alma y tu pecho un cierzo entero que no conoce el duelo,
que celebra y que se alegra por la paz del mundo que hoy iniciamos
y no me sueltes a menos de que sea un acto reflejo en el que perduraremos,
un segundo después, unidos por un beso, por ese mismo beso y ese mismo viento.

Luis Eduardo (Messieral)
Ciudad de Guatemala 24/05/2016

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Los Trozos de Piel que me Resten

En el final de mis líneas
que me juzgue la poesía,
si es que a su favor hice bien,
si es que a su favor hice mal,
yo no puedo dejar de escribir
mientras el duende que me habita
siga accionando la maquinaria
que me obliga a latir dentro de estas llamas.

No puede paralizar cosa alguna
la necesidad de amanecer la palabra
en un ser que vive de letras
y canta en todo momento a las brasas.

Lloveré los trozos de piel que me resten
sobre el folio que espera impaciente
por un nuevo verso de amor consecuente
o las penas que no pueda llorar y alimente.

Freirán mis huesos en ascuas intensas como la nieve,
de mis cenizas se hará un dulce collar dibujado
por finas manos de ciento cincuenta mujeres.

No puede paralizar cosa alguna
un alma que vive de historias,
que actúa en su teatro a diario
crueles coincidencias de una vida
absoluta que no quiso descanso.

Si el poeta no deja de respirar
no puede detenerse la línea,
si el poeta no deja de amar
no puede perderse la vida,
a mí un lunar del hombro de una señorita
me enseñó que hasta el último beso nada se marchita.

En el final de mis líneas
que me juzgue la poesía,
si es que a su favor hice bien,
si es que a su favor hice mal,
yo no puedo dejar de escribir
mientras el recuerdo que me habita
siga accionando la maquinaria
que me obliga a evocar dentro aquellas aceras,
en las que rumbo al lago besé aquella boca sincera.

Y yo arderé en mil corazones
que no serán igual al de ella,
y anidaré en ojos brillantes
que no podrán ver en mí
todo lo que al elegirme vio ella,
que me juzgue y me guarde
un trocito de su inocencia,
que me juzgue y me salve
de todo olvido, de toda ausencia.

Luis Eduardo (Messieral)
Ciudad de Guatemala 20/05/2016